Cómo salir del bucle culpa
Voy a hacer uso de una oración que se encuentra en el libro Un curso de milagros, en su capítulo número 5 dice así: “El uso que el ego hace de la culpabilidad”.
¿A qué se refiere? Esto se puede ver muy claro cuando entramos en el bucle de «sentirnos culpables” por sentirnos mal o por «sentirnos culpables”, o lo que es igual cuando nos castigamos con interpretaciones tales como: “no debería sentirme así. Lo estoy haciendo mal…”
O cuando culpamos a otros para que nuestro personaje esté a salvo y mantener a salvo lo que pensamos sobre nosotros y sobre el otro. Defiendo toda clase de justificaciones para corroborar que es por culpa del otro que me siento como me siento. Si anulo o logro cambiar o someter la opinión del otro ya no sentiré tal cosa. Creyendo que culpando es que me protejo o me libero del malestar.
En ambos casos el bucle es infinito porque es un círculo vicioso del que no podemos salir ya que estamos reforzando la idea de que para estar a salvo, sentirme bien, cambiar, aprender o evolucionar he de culparme o culpar a otros. Así dejo sin mirar lo que interpreto sobre mí y sobre los otros y aparentemente de este modo terminaré con mi malestar. Pero esto nunca funciona porque siempre habrá un alguien, un algo, un yo que me saque de mi centro, ya que puse la mirada en el otro y no en mí. Al poner la mirada en el otro pongo la solución a mi malestar en el otro. El otro debe cambiar para que yo esté bien. El otro por lo tanto me debe de salvar a mí de lo que siento. Esto jamás funcionará.
Ante esta forma de operar nos movemos con estrategías varias: manipulaciones, compensaciones, exigencias, dramas, rencores, depresión, desgana, enfado… todo está hablando de lo mismo, castigarnos a nosotros mismos y al otro. Por lo tanto culpa.
En el caso de culparnos a nosotros mismos hemos creído que el castigo(interpretar sobre uno mismo de tal modo con lo que nos sintamos mal) nos expía de nuestro/s pecado/s (algo que supuestamente podría haber hecho o dicho de otro modo. Cualquier cosa de la cual haga una valoración dañina)
Para una mente cuerda no resulta una opción ese razonamiento el de autoinfligirnos ese tipo de maltrato como opción válida para “salir” del punto en el que nos encontramos. De hecho, justo es que así perpetuamos el rol, la circunstancia o el estado de malestar. Ese castigarnos o castigar a otros como si eso fuera el adquirir la responsabilidad. Con ese “movimiento mental” justo no nos movemos, nos estamos situando en un punto ciego pasivo agresivo que nos deja en una comodidad incómoda o satisfacción insatisfecha. Culpo al otro o a mí para entre muchas cosas perpetuar la idea de que soy ajeno a mis propios sentimientos, no tengo nada que ver con el cómo me siento ni con lo que está pasando. Compramos la idea de que somos vulnerables, nos situamos como impotentes, huimos de la idea de que somos parte del problema y por lo tanto de la solución.
La culpa es resultado de ese razonar que utilizamos para defender el personaje. Ese ego, ese yo, una forma de razonar que se basa en valoraciones e interpretaciones contaminadas por miedo, inseguridades, carencias, millones de creencias… ¿Cómo vamos a saber hacer algo diferente o sano si estamos moviéndonos desde ahí? ¿Si estamos dejándonos guiar por contenidos de la mente que ni conocemos? ¿Cómo va a ser el ego o el personaje que creemos ser nosotros? Eso es un mejunje de convicciones y creencias no somos nosotros.
Un curso de Milagros dice: Los pensamientos que piensas que piensas.
Estos no eres tú.
Los pensamientos surgen y hay un yo (personaje caos) que desea hacerlos suyos. Un yo que tiene una intención. Decide qué pensamientos son válidos y cuáles no para según qué propósito. Esos pensamientos los reforzamos, les damos sentido y justificación. Mientras hago esto no me responsabilizo y me hago dependiente del otro y de las circunstancias. Aparte de diferenciarme del otro: el malo yo bueno, el superior yo inferior o viceversa y así infinito.
Para salir del bucle culpa;
Lo más humilde y práctico sería comenzar a aceptar que existe un caos en mi mente que quiero proteger, obteniendo como resultado problemas, malestares o conflictos en mi vida.
El siguiente paso es identificar todo lo que hay en ese mejunje para discernir entre lo que es real y lo que no. Ver todos los patrones inconscientes basados en creencias y dejar de ignorar cuáles son los verdaderos propósitos escondidos.
Otro escaloncito sería otra más de aceptación.
Aceptar que estoy queriendo victimizarme. ¿Cómo lo sé? Por lo que me cuento sobre mí, sobre él otro o sobre lo sucedido y por cómo me siento.
El aceptar que mi propósito es llevar razón pase lo que pase.
Aceptar que mi propósito es deprimirme, anular toda posibilidad de responsabilidad/acción/solución.
Aceptar que tengo miedo a ser alguien diferente. Miedo de soltar un rol o roles porque ello me lleva a no saber cómo seré, cómo serán los demás conmigo, ¿seguiré recibiendo amor, reconocimiento..?
Aceptar que haciéndolo como lo estoy haciendo hasta ahora no me he llevado a una paz o felicidad duradera ni plena.
Aceptar… Que solo hay opción para ser feliz o estar en paz y no es la opción de culparnos, no es la opción el atribuirnos esos mejunjes de creencias e interpretaciones, sino todo lo contrario. Hemos de localizarlos, identificarlos, desgranarlos… soltarlos, dejarlos ir, dejar de darles fuerza y valor, dejar de darles sentido o justificación a esa verborrea. Dejar de contarnos que eso somos nosotros, que “así es que soy”, porque este creernos que somos eso es justo lo que nos hace sentir miedo. Si yo soy ese caos, si soy esos pensamientos, ¿Cómo voy a querer cambiar? ¿Cómo voy a aceptar una crítica? ¿Cómo voy a querer indagar en mí mente si con ello voy a modificar o dejar de ser lo que soy? ¿Cómo voy a querer observarme desde otra posición a mi o a otros? Si con ello podría poner en duda lo que interpreto y esto llevarme a dejar de juzgarme de tal modo a mí o al otro y terminarse el problema.
Si creo que soy mis pensamientos voy a culparme. Yo he pensado, yo he sentido, yo he hecho, yo he dicho… el yo que se atribuye eso no es nuestro Yo verdadero. Como ya hemos hablado ese inseguro o soberbio yo es un mejunje de ignorancia, miedo, irresponsabilidad, es una construcción impermanente y cambiante, una fabricación, un conjunto de ideas que han sustituido al Yo real.
Ese Yo real es la voz que no grita, es la escucha impasible, es la sensación, la guía, la intuición, la claridad, el propósito de estar en paz…
Entonces se trata de aceptar que estamos confundidos, que no sabemos quiénes somos en realidad para así poder aceptar que mientras me creí o creo ser ese yo es que se da el: yo he pensado, sentido, hecho, dicho…
Es mi responsabilidad la que me sacará de tal embrollo. Responsabilidad es hacer lo opuesto a culpar. Es hacer los pasos de los que hablé más arriba. Es mirar de frente, es dejar de justificar, es poner en duda nuestros razonamientos, es preguntarnos un ¿para qué?, es aceptar que quise enfadarme, aceptar que quise victimizarme. Responsabilidad es asumir que mis traumas no soy yo, que mis sentimientos no son porque aquel hizo lo que hizo, responsabilidad es mirar las interpretaciones, es abrirse al amor.
Nuestra responsabilidad es aceptar que somos inocentes porque desde la sensación de ligereza que aporta el mirarnos inocentes es que podemos abrirnos a mirar ese mejunje que nos distorsiona.
A un niño de 1 año ¿le diríamos que es culpable de tirar el teléfono móvil al agua? No. ¿Por qué? Porque no sabe lo que hace y ¿tú? ¿Tú sabes lo que haces? ¿Sabes que estás reaccionando, sobreviviendo desde lo que tienes oculto, desde un mejunje sin mirar? El que ignores, o lo que es lo mismo, el que mantengas oculto todo ello jamás será justificación para continuar así, jamás ese ocultar o no responsabilizarse te llevará la paz.
Nuestras sensaciones nos están gritando que las sintamos. Enfermamos, nos duele la cabeza, el estómago, no dormimos…tenemos cientos de oportunidades al día con las que ser conscientes de que no vamos bien (estamos culpando)
Si fueses consciente de que estás eligiendo poner la mano en las llamas, ¿la pondrías? Pues ¿por qué te enfadas? ¿Por qué tomas chupitos de cianuro?
Es lo mismo poner las manos en el fuego que discutir, lo mismo el querer convencer a alguien de algo, es lo mismo que aburrirse, lo mismo que desganarse… lo mismo que por todo ello, además, culparse o culpar a otros.
¿Quién en su sano juicio=valoración, interpretación, percepción, iba a poner las manos sobre el fuego? Por ello, mejor aceptar que le hemos dado el mando a un yo no cuerdo y comencemos a mirarlo para decirle que por ahí no. A no ser que no quiera estar en paz.
Parte de la premisa de que no eres culpable de nada, ni de que nadie lo es y comenzarás a cambiar tu vida.
Mira los pensamientos, siente lo que sientas, escucha las interpretaciones, mira donde te sitúan esas interpretaciones a ti y al otro, mira tus experiencias, las circunstancias, los escenarios y qué crees sobre ello. Mira qué valoraciones haces sobre lo que está pasando y sobre los demás. Vive la vida desde el no sé.
Indaga en ti, conoce cómo funcionas (cómo funciona ese yo) cuáles son los mecanismos que has elegido para contarte que podrías ser feliz a través de ellos. Vuelve consciente las estrategias con las que creías llevarte al amor o a la paz. Irás sintiendo los resultados de este volver la mirada hacia ese yo que crees ser.
Nada de lo que veo es como lo veo, sobre lo que pasa no sé nada, me cuento un algo, hago una interpretación, pues entonces, nada es como me cuento que es. Por lo tanto, mejor aceptar que ni yo ni tú somos culpables porque no hay un algo que sucedió de tal modo. La única versión real es aquella que me lleva a una paz total y eterna.
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